Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 25 de abril de 2012

La sombra (II)




El día era desapacible, con nubes grises y fuertes vientos. Se había refugiado en la intimidad de su casa, porque allí afuera, entre las calles de piedra, le costaba mantener el sombrero sobre su cabeza. Y hasta cuando se cruzaba con alguien en el camino, era difícil hablar, porque el aire se llevaba las palabras. No era tiempo para pasear, ni para encuentros, ni para nada. Así que decidió que el mejor sitio para estar era su pequeña casa, caldeada de libros y silencio. Pero al poco de estar allí, desde un rincón oscuro del cuarto de estudio, reapareció la sombra... Era pequeña, pero afilada, y muy, muy negra. Le miró, le sonrió de una manera que se podría llamar cruel, y le dijo en un susurro...

-Te dije que volvería...
  
Pero él no se arredró y le devolvió el saludo:

-Hola, sombra. Te esperaba.
 -¿Me esperabas?  
-Sí.
 - Bien, pues aquí estoy de nuevo.
 -Y... ¿tienes algo que decirme, o vienes sólo a molestar a este solitario?
 -No, no vengo a molestar, aunque yo para ti sea la molestia.
 -¿Y a qué vienes, sombra?
 -Sobre todo, a mirarte, y a que me mires...
 -No creo que eso sea interesante, ni para ti ni para mí.
 -Para mí sí lo es, lobo solitario, porque me nutro de tus vacíos.
 -¿Cómo es eso?
 -Ya ves, viejo, las sombras nos alimentamos de oscuridades, y las tuyas... me gustan sobremanera.
 -¿Por qué?
 -Porque son mi alimento preferido. Al fin y al cabo soy tu sombra.
 -Sombra, estás loca.
 -Sí, pero no más que tú.
 -Bueno, ¿y qué más?
 -¿Quieres que te conceda un deseo? Tengo ese poder...
 -¿Ah, sí? Pues mi deseo es que te vayas.
 -¿Irme? No puedo irme, lobo solitario. Formo parte de ti.
 -¿Y si enciendo luces?
 -Me obligarás a ocultarme, pero... no me iré.
 -Vaya, pues lo nuestro parece fijado.
 -Lo está.

La noche iba avanzando paulatinamente, y la sombra parecía cobrar más poder en la oscuridad, ganando terreno palmo a palmo. Lo cual puede parecer lógico, pero al tal "lobo solitario" no le hacía ninguna gracia... Se decidió por fin a espetarle:

-¡Sombra, vete ya! ¡No te quiero a mi lado!
 -No puedo hacer eso, lobo, yo soy tu otro lado.
 -¿Entonces hemos de convivir siempre tú y yo?
 -Así es.
 -No me gusta.
 -¡Te aguantas! Al fin y al cabo soy una creación tuya.
 -Será inconsciente...
 -Sí, lo es, pero no olvides que el inconsciente es más fuerte que la conciencia.

  El viento había amainado, pero ya era noche profunda. Las nubes viajeras se contaban sus historias allá arriba, mientras que los árboles y el río se disponían a dormir sus sueños. El solitario se sentó en su sillón, dispuesto a olvidar...

-¿Qué quieres olvidar? -le preguntó la sombra.
 -Ay, me gustaría olvidarte a ti. Que desaparecieras de mi vida para siempre.
 -Para eso, caminante solitario, deberías hacer antes una cosa...
 -¿Qué?
 -Olvidarte a ti mismo.
 -Sombra, a veces pareces ser mi amiga, mi consejera... Aunque no me guste lo que me dices...
 -Los gustos son veleidosos, caminante. Los gustos forman parte del aire que sopla en el momento, pero tu sombra siempre te dirá lo que debes oír. Tu sombra es tu fiel compañera.
 -Ya, ya veo que eres fiel, demasiado fiel...
 -¿Por qué "demasiado"?
 -Porque no quiero escuchar tus palabras. Me duelen...
 -Eso es porque te tocan.
 -Sí, me tocan, y me hacen daño.
 -Ese "daño" es por tu bien, amigo lobo solitario.
 -¿Por mi bien?
 -Sí.
 -¿Y por qué me llamas "amigo", si yo te odio?
 -No, no me odias.
 -¿Ah, no?
 -No, no me odias. Al contrario, me necesitas. Por eso vengo a ti una y otra vez.
 -Ahora sí que no te entiendo...
 -Sí, sí me entiendes, y muy bien.

  El solitario se levantó del sillón y se fue a caminar por la casa desierta. En la caja de música del salón sonaba una música de piano, una balada que parecía triste, quizás nostálgica, pero que venía a ilustrar las últimas palabras de la sombra. Puede que tuviera razón este ser extraño, y que su presencia fuese imprescindible en su vida. No podía saberlo con certeza, pero algo le decía que sí.

 -Sombra, ¿quién eres en realidad?

  La sombra se estiró, llegando hasta el techo, y le dijo:
  
 -Yo... soy... tú.
 -Ya, eres mi sombra, pero...
 -¿Pero qué?

  La noche era dueña de ese pequeño universo. El aire estaba, por fin, tranquilo, los libros brillaban en sus estantes, como viejos tesoros, y la luz de la lámpara sobre el escritorio era como una suave caricia, como esa buena amiga que te abraza en los momentos más difíciles... Mientras que la música acompañaba al silencio, con sus armonías, con sus roces, sus colores, azul, verde, violeta, con su entramado de voces y sueños...
  Y dijo la sombra:

  -Amigo, escúchame. De mí aprenderás...
  -¿Qué aprenderé, sombra?
  -A vivir, y a morir.
  -¿Eso lo he de aprender de ti?
  -Sí, lobo solitario, sí...

  Y se fue, por la fina línea oscura entre dos libros, sonriendo, de regreso a su mundo de sombras, con la certeza de que volvería de nuevo.
 
  El caminante se quedó a solas con su silencio, acompañado levemente por los retazos de música, que aún le llegaban desde el salón, y pensó, pensó en este encuentro con su sombra, en este nuevo reflejo del espejo...
 
  -¿A vivir y a morir?... Pues aquí te espero, sombra. 


Antonio H. Martín





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imagen: AHM, como lobo solitario
autor: una buena amiga
música: "Farewell", por Michael Hoppe
pinturas del vídeo: John Atkinson Grimshaw (1836-1893)

martes, 17 de abril de 2012

Hay que morir esta muerte...



Una buena amiga, que dice conocerme bien, me dijo recientemente que yo le parecía un personaje de Dostoyevski... Pero no entró en detalles. ¿Quizá el personaje de "Noches blancas"? ¿O alguno de "Los hermanos Karamazov"?... No lo sé, ya se lo preguntaré. Pero, el caso es que ese comentario me hizo recordar un buen artículo de Hermann Hesse, de 1925, sobre ese escritor, que leí hace muchos años y que estimo necesario reproducir aquí. Tal vez sea un texto algo denso, pero dice cosas muy relevantes...

Antonio H. M.

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SOBRE DOSTOYEVSKI

por Hermann Hesse



No se puede decir nada nuevo sobre Dostoyevski. Todo lo que se podría decir de razonable y justo sobre él ya está dicho, y si en otro tiempo fue nuevo e ingenioso, ahora resultaría anticuado, en tanto que la figura amada y tremenda del poeta se nos presenta siempre envuelta en misterio, cuando nos acercamos a él en momentos de pesar y de abstracción.
El burgués que lee el Raskolnikov y, tumbado en el sofá, busca en este mundo de fantasmas un agradable espeluzno, no es el verdadero lector de este poeta, igual que el sabio y prudente que admira la psicología de sus novelas y escribe buenos folletos sobre su concepción del mundo y de la vida. Debemos leer a Dostoyevski cuando somos desdichados, cuando hemos padecido hasta el límite de nuestra capacidad de sufrimiento y sentimos toda la vida como una única herida ardiente y abrasadora, cuando respiramos desesperación y morimos muerte de desesperanza. Luego, cuando miramos la vida desde la miseria, solitarios y paralíticos y ya no la comprendemos en su salvaje y bella crueldad y no queremos nada de ella, entonces estamos abiertos para la música de este tremendo y magnífico poeta. Entonces ya no somos espectadores, ya no somos gozadores y juzgadores, entonces somos pobres hermanos entre todos los pobres diablos de sus obras, entonces sufrimos sus dolores, miramos fijamente con ellos, fascinados y jadeantes, el remolino de la vida, el molino de la muerte en eterna molienda. Y entonces oímos la música de Dostoyevski, su consuelo, su amor, entonces experimentamos el maravilloso simbolismo de su mundo espantoso y con frecuencia tan infernal.

Dos fuerzas son las que nos solicitan en estas obras, de la oposición de dos elementos y polos contrarios crece la mítica profundidad y poderosa amplitud de su música.
Una es la desesperación, el sufrimiento del mal, el aceptar y no oponerse más contra la cruel y sangrienta crudeza e indecisión de todo ser humano. Hay que morir esta muerte, hay que pisar este infierno antes de que la otra voz, la celestial voz del maestro, nos pueda llegar realmente. La sinceridad y simplicidad de la confesión de que nuestra existencia y humanidad es una pobre cosa, dudosa y quizá desesperada, es una suposición. Debemos entregarnos al dolor, abandonarnos a la muerte, todo el infernal reír de la desnuda realidad deberá haber congelado nuestros ojos antes de que podamos percibir la profundidad y verdad de la segunda, de la otra voz.

La primera voz afirma la muerte, niega la esperanza, renuncia a todos los disimulos y alivios ideológicos y poéticos con que estamos acostumbrados a dejarnos engañar por los poetas lisonjeros sobre la peligrosidad y crueldad de la existencia humana. Pero la segunda voz, la segunda voz, verdaderamente celeste, de este poema nos muestra de otra parte, de la parte celestial, otro elemento que la muerte, otra realidad, otra esencia: la conciencia del hombre. Aunque toda la vida del hombre sea guerra y dolor, vulgaridad y espanto, hay también algo más: la conciencia, la facultad del hombre de presentarse ante Dios. La conciencia nos lleva ciertamente a través del dolor y del miedo a la muerte, nos lleva a la miseria y a la culpa, pero también nos saca fuera de la insoportable y solitaria insensatez, nos lleva a entablar relaciones con la Razón, el Ser, lo eterno.

La conciencia no tiene nada que ver con la moral, ni con la ley; puede estar con ellas en la oposición más temerosa y mortal, pero es infinitamente fuerte, más fuerte que la pereza, más fuerte que el egoísmo, más fuerte que la vanidad. Señala siempre, aun en la más profunda miseria y en el último extravío, un estrecho sendero, abierto, no hacia el mundo predestinado a la muerte, sino más allá de él, hacia Dios. Duro es el camino que lleva al hombre hasta su conciencia, casi todos viven siempre en contra de esta conciencia, se resisten, se cargan más y más, se hunden en la conciencia ahogada, pero todos están en todo momento más allá del dolor y de la desesperación, en el camino abierto que llena la vida de sentido y hace fácil el morir. El uno debe enfurecerse y pecar durante largo tiempo contra su conciencia, hasta que experimenta todos los tormentos del infierno y se ha manchado con todo lo horrible, para al fin, suspirando profundamente, sentir el error y vivir la hora de la transformación. Otros viven en buena amistad con su conciencia, raros, felices y santos hombres, y a ellos les puede suceder lo que sea, no les roza más que por fuera, no les toca el corazón, siempre permanecen puros, la sonrisa nunca desaparece de su cara. Uno de estos es el príncipe Myschkin.

Estas dos voces, estas dos advertencias las he escuchado en Dostoyevski, en los tiempos en que yo era un buen lector de sus libros, en los momentos que la desesperación y el dolor me depararon. Hay un artista que me ha causado una impresión semejante, un músico al que no puedo amar y escuchar en todo momento, igual que no pude leer en todo tiempo a Dostoyevski. Este músico es Beethoven. Tiene aquel conocimiento de la felicidad, de la sabiduría y de la armonía que no se puede encontrar por caminos llanos, que sólo brilla en los caminos que bordean los precipicios, que no se recoge sonriendo, sino con lágrimas y agotados de dolor. En sus sinfonías, en sus cuartetos hay pasajes en los cuales resplandece sobre la miseria y el extravío algo infinitamente conmovedor, infantil y delicado, un presentimiento de sentido, un conocimiento de salvación. Estos pasajes los encontré todos también en Dostoyevski.


Hermann Hesse (1925)



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imagen: retrato de Fedor Mijailovich Dostoyevski
música: Sonata para piano en Re menor, nº 17
autor: Ludwig van Beethoven
piano: Wilhelm Kempff

martes, 3 de abril de 2012

El renacer literario



El hijo de un viejo y querido amigo (digo "viejo" porque nuestra amistad se remonta al lejanísimo año de 1968) es estudiante de periodismo, y ha escrito recientemente un interesante texto sobre este mundo de los blogs, como trabajo para la universidad. Y bueno, el caso es que incluye un comentario sobre mi humilde cuaderno, al cual califica de "melancólico, romántico y profundo"...
Es muy posible que haya acertado en los tres adjetivos, aunque, personalmente, me quedo sólo con los dos primeros. Y en cuanto a que esto de la comunidad bloguera signifique un "renacer literario", pues tengo que reconocer que tengo mis dudas al respecto, pero asimismo reconozco que esta plataforma ha sido y es muy útil a muchos nuevos escritores para darse a conocer, entre los cuales me incluyo, por supuesto. No es para nada lo mismo escribir en tu cuaderno de papel, en la intimidad, dejando el mismo oculto en un cajón, y leyéndolo ocasionalmente a algún amigo, que poder publicar tus textos abiertamente en un medio como internet, enriqueciéndolo con imágenes o incluso músicas.
En ese sentido, es todo un acierto lo de estas plataformas, y les debemos estar muy agradecidos. No sólo porque otros nos pueden leer y podemos leer a otros, asunto éste que de otra manera hubiera sido imposible, sino que además viene a significar todo un entramado de puentes relacionales, del que incluso han surgido muy buenas amistades.

Y ya os dejo con el texto del hijo de mi amigo, del que no menciono el nombre porque así lo prefiere. Si sigue escribiendo así de bien, ya sabremos cómo se llama, porque veremos su nombre impreso en más de un buen libro....


Antonio HM.

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El renacer literario a manos de la comunidad bloguera española
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Imbuida en el torrente de opciones y posibilidades electrónicas, la comunidad de lectores españoles –caracterizada por su diversidad de gustos y estilos-, recibe con los brazos abiertos un nuevo fenómeno sociológico y cultural: la herramienta blog –abanderada por webs como wordpress o blogger, entre otras- a través de la cual escritores consagrados y nuevos creadores conciben pequeñas historias que enriquecen el ya de por sí rico, intenso y dinámico universo literario nacional.
Desde el reflexivo “Lejanías sin Distancia”, el comprometido y visceral “Tardes Grises”, el diverso y visual “Ocurre el Universo” o el melancólico, romántico y profundo “Cuaderno Nocturno”, la comunidad bloguera española presenta visos de erigirse como una de las principales referencias a tener en cuenta en el panorama creativo ibérico y, por extensión, del conjunto de nuevas tecnologías a escala mundial.

La posibilidad de publicar contenidos de muy diversa extensión, empleando gran cantidad de lenguajes digitales, entre los que podemos encontrar textos, hiperenlaces, fotografías, música o vídeos, convierte a la comunidad bloguera (enfocada al mero acto de crear, con todas sus consecuencias), en la estrategia comunicativa más completa, frente a la brevedad y mayor actualización de Twitter o el funcionamiento más esquemático y delimitado de las distintas redes sociales, enfocadas a la mera transmisión de contenidos concretos y definidos.

Universo de profundidad y reflexión creativa: Cuaderno Nocturno, de Antonio H. Martín

La imaginación, principal arma arrojadiza del blog literario, genera una conexión estable y duradera entre los distintos autores y la pequeña –o inmensa- prole de seguidores que, ávidos por encontrar textos de calidad y buenas historias, hallan aquí un portal de renovación inmediata, posibilidades infinitas y creatividad desbordante, amén de la posibilidad del fácil acceso o contacto con el autor, lo que enriquece ambas partes y “humaniza” la figura del escritor. Como ejemplo exponencial de esta nueva realidad literaria, Antonio H. Martín, autor del blog “Cuaderno Nocturno”, representa a la latente camada de autores que encuentran en las redes digitales su vía de transmisión predilecta. Sus entradas, pequeñas pinceladas de arte, narrativa, poética y reflexión, describen un entorno onírico –no olvidemos que la propia dirección del enlace que nos conduce a sus textos (http://dunsany8.blogspot.com/) nos retrotrae a Lord Dunsany, novelista anglo-irlandés aclamado por sus cuentos fantásticos, de épica celta- y convierte al lector en parte activa de cada texto, invitándole a seguir los vericuetos de la mente, las sugestivas imágenes del paisaje cántabro desde el cual concibe gran parte de sus contenidos, tomando como inspiración el encanto de la soledad de los pequeños pueblos y aldeas del norte de España, alejado de la estresante y abrumadora actividad de capital, de la que, sorprendentemente y contra todo pronóstico, es oriundo. Una experiencia apasionante, que no hace sino confirmar el buen estado de salud de la otra cara del ingenio e interesante producción de las letras españolas en nuestro tiempo.



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texto: Autor anónimo (de momento)
imagen: AHM