Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 29 de febrero de 2012

Tiempo de uvas



Vuelve a este cuaderno esa hada oscura, sonriente y lúcida, sociable y sola, vigorosa, llamada Ana Poo, que ya os presenté hace unos meses con su poema de "La otra orilla". Y lo hace cruzando el puente amarillo de la denuncia y el desencanto, pero apuntando también un horizonte posible, de mejores tiempos y mejores vientos...
Lo de "oscura" sólo lo digo por el color de su pelo, porque por lo demás es una mujer de lo más luminoso, una adicta recalcitrante de la lucha por la vida, la esperanza y los buenos sueños.


Antonio H.M.

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TIEMPO DE UVAS


Hay millones de ojos almendrados,
y manos orientales;
hay voces dulces y mestizas,
y aves migratorias;
van brotando como semillas
de un jardín exótico y grandioso.

Hay tierras calcinadas,
y selvas invadidas por raices ajenas.
Hay calles innombrables,
y flores cercadas por el miedo.
Hay fruta derramándose en las costas,
racimos extranjeros
esperando el suave tiempo
de las uvas,
en el que no llora la Tierra.

Y mientras esperan,
ellos levantan su copa de lluvia
para brindar contigo,
para poder ir juntos,
de dondequiera que fueses,
hacia la primavera.


Ana Poo Espinosa


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imagen 1: AHM
imagen 2: retrato de Ana Poo

lunes, 20 de febrero de 2012

El arte de Pancho



No quiero decir con esto que viva en tierra de artistas, pero en los pocos meses que llevo aquí ya me he encontrado con varios... Quizá es esta luz del norte, estos montes verdes, esta fina lluvia, las casas viejas de piedra, que son como cuevas primitivas, las callejas, los caminos estrechos que suben hasta las cabañas, los robles, las hayas, el río... No sé, pero el caso es que se respira aquí un ambiente que parece invitar a la reflexión, al pensar sereno, a los paseos tranquilos, a las tertulias de café... Y de ese ambiente surgen seres que se aficionan a la lectura, a la buena música, a escribir, y a pintar...
Mi último "descubrimiento" es Pancho, un hombre de mediana edad, culto y amante de la buena conversación, que vive en una de esas casas antiguas de piedra, y cuyo jardín, aparte del espacio dedicado a la huerta, es más un bosque salvaje y romántico por el que da gusto perderse... Y Pancho, en sus horas libres, se dedica a pintar. No es profesional, sólo aficionado. Pero le encanta hacerlo, y en sus pequeños cuadros ha logrado captar la luz y el color de ciertos paisajes que a mí me tocan muy de cerca.
A veces se queja de lo difícil que le resulta manejar el pincel, y de su lucha con los colores y las formas, porque es autodidacta, pero... el resultado es éste que aquí os muestro. Son cuadros de pequeñas dimensiones, que a veces expone en algún mesón cercano, pero que a mí, desde el primer momento, me llamaron poderosamente la atención. No soy crítico de arte, pero me gusta su captación de la luz y la elección de los motivos, es decir, qué paisajes escoje y cómo los trata, que lo mismo son franceses o manchegos, pero siempre pintados con suma delicadeza y una exquisita sensibilidad.
Así que éste es el arte del amigo Pancho, un desconocido pintor del norte...

Antonio H. Martín



domingo, 12 de febrero de 2012

Aprender a pintar...



(Diario de un obstinado - sábado, 20 de febrero, 1993)

Después de un año de silencio y abandono, quiero volver de nuevo a escribir estas páginas íntimas, personales, en las que se cuentan pequeñas vivencias y se intentan expresar pequeños pensamientos. Lo hago porque lo necesito, porque estas breves notas, comentarios y reflexiones, escritas generalmente al borde de la noche, me hacen bien. Iba a decir que me relajan los nervios, pero no es así, no se trata de buscar una hora nocturna, tranquila, sosegada, en la que dedicarse al bonito y entretenido juego de unir palabras, como compensación a la enajenada actividad cotidiana del trabajo. No es eso. Más que de una relajación se trata de una concentración. Encerrado en mi cuarto de estudio, entre mis libros preferidos y con la caja de música despidiendo armonías, mi "manojo de nervios" sigue estando más o menos de punta, pero con una diferencia cualitativa interesante: todos apuntan en una misma dirección, y ésta coincide con el corazón, es decir, todos apuntan a él, con lo cual la susodicha actividad nocturna resulta enriquecedora. A esta necesidad me refería antes. Uno se pasa el día disperso en atenciones que no atañen directamente a su corazón, a su ser más íntimo, atenciones obligadas que le zarandean de un lado a otro, provocándole tensiones innecesarias y agotamientos absurdos. Uno está allí, muy atento a todo lo que acontece a su alrededor, tenso, expectante o simplemente aburrido, intentando siempre dar una respuesta racional y correcta, sobre todo para salir del paso. Pero el corazón de uno no está allí, está de vacaciones, ausente, o dormido, o escondido. Después de esto, lo que quede escrito puede no ser importante. De hecho, uno es muy poco importante. Pero se habrá cubierto la necesidad, que es de lo que se trata, aunque sea al mínimo nivel. Habremos dejado hablar al corazón, a nuestra parte más íntima, y con ello nos sentiremos un poco más vivos.
Mientras escribía, he estado oyendo un concierto para piano de Schumann. Ahora me voy con mi compañera a dar un pequeño paseo por la noche...

Bueno, ya hemos vuelto. Hemos paseado, comido, bebido y hablado. La noche está tranquila y agradable. Uno regresa a su cuarto y a su página con algún vino y algún comentario de más, pero está bien, podemos seguir. Ya es medianoche, una buena hora para la entrega, para el pensamiento, para la reflexión. Como telón de fondo, música. Quizá ponga algo... Sí, algo japonés, de Himekami. Un disco llamado "Kaido", que significa Camino del Mar; una música fresca, alegre, poética.
Bien, ya estamos camino del mar. Quiero ahora comentar que hace unos días mi madre me dejó un pequeño libro, que a su vez le había dejado mi hermana, y que se titula "La Búsqueda". El librito fue escrito hace unos catorce años por un tal Alfonso Lara Castilla, de México, y por lo que he visto hasta el momento es un cuento al estilo del famoso "Juan Gaviota" de Richard Bach. En este caso no se trata de una gaviota, sino de un águila que busca su propio destino y su libertad, después de haber vivido entre aves de corral. Hay un momento en que el águila, al comienzo de su búsqueda, siente dentro de sí una energía nueva que la impulsa a reflexionar y a decidir, algo que nunca antes había sentido. Y preguntándose sobre esta nueva energía, empieza a escuchar una voz interior que le habla así:

Es una fuerza interna que todos poseemos, pero que pocos la entienden y mantienen viva. A muchos, con las primeras lluvias, se les apaga. Otros, no la desarrollan y se les consume.
Tú debes conservar esa energía interior, madurarla y engrandecerla. Es la llama que te fortalecerá en la búsqueda de respuestas, valores e ideales superiores; que otorgará expresión a tus actos.
Es una energía natural, que no te permitirá caer en el fango de los instintos, y que te dará vitalidad en cada momento de tu vida.
Si no la avivas, el ambiente y tu debilidad la apagarán. Comenzaras a vegetar, a conformarte con lo que tienes, a esperar que todo te lo den.
Aprovéchala y dirígela hacia tu realización; no permitas que se te apague. Será tu compañera hasta la muerte...


Ya, ya sé que el enunciado suena un poco ingenuo e infantil. Pero cómo no voy a pararme ante una expresión como ésta: "Si no la avivas, el ambiente y tu debilidad la apagarán". Tengo que pararme; mi vida cotidiana es un ejemplo de estas palabras. Todos mis días y mis noches corroboran ese enunciado...

Recuerdo ahora lo que decía Don Juan, el brujo que encontramos en los libros de Carlos Castaneda, lo que decía sobre la impecabilidad y sobre la necesidad de elegir un camino con corazón. Y recuerdo también lo que decía yo mismo hace años sobre la importancia de la seriedad, y su relación con el ser.
Todo esto lo sé hace mucho tiempo, pero de nada o casi nada me ha servido saberlo. Le preguntaban a Fernando Savater en una entrevista el otro día que si era necesario un código deontológico, a la vista de la actual ola de corrupción política y ciudadana, a lo que respondía que: "más que un código diría yo una conducta, pues acuñar más tablas de la ley, más mandamientos, llena la boca a quien lo dice pero aporta poco. Vivir con sensibilidad moral es un arte. Una lista que incluya los diez principios para pintar un cuadro queda en agua de borrajas si no sabes pintar."

Mi librería está llena de obras con bellas e interesantes "pinturas", y algunas son obras maestras del arte de vivir, pero hasta el día de hoy yo no he pintado ningún cuadro que merezca la pena. Tiembla mi mano y tiembla el pincel; y además -y sobre todo- yo es que no sé pintar... Así están las cosas. Sólo me queda una salida, sólo una: aprender a pintar. Y si no valen los códigos ni las normas, sólo queda la conducta.
Puedo oír mil voces y ver mil imágenes, pero mi hacer o deshacer, mi movimiento o mi quietud están conducidos por mi propia voluntad. Es por esto que no valen las exculpaciones. Nada ni nadie te hacen nunca nada. Toda esa carga cotidiana de presiones e influencias no son en el fondo más que una estupidez, una argucia de la conciencia para exonerarse, para esconderse tras un velo de mentiras bien anudadas, para evadirse del peso de lo real y seguir siendo débil e idiota, lo cual resulta mucho más cómodo y tranquilo.

El problema y el conflicto vienen siempre de afuera, y como el exterior, la circunstancia, es grande y poderosa y yo soy pequeño y débil, pues no me queda otro remedio que aguantar como buenamente pueda y sufrir en silencio. Gracias a este sufrimiento podemos seguir viviendo, con nuestras quejas y demás tristezas de espejo, pero seguimos viviendo, que es de lo que se trata. No sabemos pintar, no somos artistas, pero no es culpa nuestra, es que no nos dejan.
Pero vivimos, cada día que pasa más parecidos a fantasmas que a otra cosa, pero vivimos, o malvivimos. Qué más da. Todo menos asumir nuestra responsabilidad, todo menos ser impecables, ser serios. Todo menos coger el pincel y aprender a pintar.

Está bien, vamos a dormir. Ya hemos dejado hablar al corazón. Ya nos sentimos un poco más vivos.



Antonio H. Martín

(Diario de un obstinado - 20 de febrero, 1993)




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- "Crystal Silence"
- Chick Corea
- del álbum "Return to Forever" (1971)
- foto: AHM