Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 16 de agosto de 2011

El melancólico...



Quien es verdaderamente melancólico nunca vuelve en sí; cuando se da cuenta de que las cosas poseen una cara desconocida, siente una añoranza eterna por el paisaje ignoto hacia el que mira esa cara. La tristeza, ese "misterioso placer", ya no sólo se apodera de la persona de vez en cuando, sino que se convierte en su sombra. La tristeza, la inclinación a lo malo (al mal humor), no pueden remediarse mediante la razón, ni pueden explicarse a partir de la sociología, la antropología, la teología o la filosofía de la historia, porque el misterio del mal, de la nada, reside precisamente en que no puede definirse: encasillándolo en conceptos, nos estaríamos violentando a nosotros mismos. El melancólico no puede asirse a nada y tiene la sensación de haber sido expulsado por la existencia.
Considera su vida un fatídico error, un error del destino, por el que condena todo cuanto existe. El melancólico se distingue por esa misteriosa ingenuidad que lo incapacita para abstraer su propio yo de la existencia. Da igual lo que toque: todo lo remite a sí mismo; y cuando contempla su fuero interno, ve el reflejo reducido del mundo.
El vaciamiento infinito hace insoportable su soledad, pero sólo él sabe de qué ha sido despojado: para él, el defecto es una suerte de plenitud porque, perdiéndose, regresa a sí mismo con la forma de una copia cada vez más borrosa de su propio yo. Es como si nosotros, desorientados, quisiéramos comprobar a través de un catalejo si el mundo exterior tiene su continuación en nosotros o si somos nosotros los que miramos desde allí fuera nuestro yo que, perturbado, gira el catalejo. Pero demos la vuelta al catalejo: centrémoslo en la figura apenas perceptible del melancólico y posemos sobre él la mirada, para luego cambiar la perspectiva y mirar de nuevo al exterior, al mundo agrandado de tal manera que resulta opresivo.
¿Quién tiene razón? ¿El melancólico? ¿El mundo? En vano giramos el catalejo; como el navegante infatigable de Nietzsche, nunca estaremos en condiciones de decidir si vivimos la infinitud como prisión o como libertad.


László F. Földényi
("Melankólia" - Budapest, 1984)

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No es que esté melancólico, es que he leído en el blog de la amiga Inuit una definición de la nostalgia y me he acordado del libro de Földényi, cuyo final transcribo aquí. Ya sé que nostalgia y melancolía no son exactamente lo mismo, pero estoy seguro de que tienen mucho que ver. Quizá la diferencia sólo está en que la nostalgia es más concreta y la melancolía más abstracta. Es decir, que el melancólico siente una nostalgia indefinida, añora una patria que desconoce, un amor y una sensación de absoluto que nunca ha vivido, pero que anhela, como si alguna vez, quizá en sueños, hubiera estado allí...
Y acompaño esta entrada con una música que me parece muy apropiada: un tema del último álbum de John Foxx y Harold Budd. Y también con una fotografía reciente, de un acentuado sabor "retro", de mi amigo José A. Beorlegui. Así, texto, imagen y música conforman una figura bastante aproximada de esa niebla oscura y triste que llaman melancolía.


Antonio HM.

03 The Invisible Man
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imagen: José A. Beorlegui
música: The Invisible Man, por John Foxx y Harold Budd

8 comentarios:

  1. Según lo que escribes llego a la conclusión de que soy melancólico, pero apátrida...

    Saludos

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  2. Entre melancólica y triste, veo pasar este día grisón. Leer tu entrada me conduce a lugares recónditos del ánima y del ánimo...

    Yo creo que la nostalgia es el echar de menos algo que (ya) no se tiene; es añorar algo o alguien que uno ha conocido o intuye que existe. La melancolía, en cambio, es un estado triste y prolongado. Aquí, siento que la lengua inglesa tiene un acierto, al catalogar a este estado como blue. ¿No crees?

    Saludos de verano, Amigo lobuno del árbol azul

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  3. Imagino que te refieres a lo escrito por Földényi, Luis Antonio. Yo sólo me he limitado a hacer un breve comentario.
    Y en cuanto a lo de "apátrida", me refería a la patria como un hogar del sentimiento, no como un país con su bandera. En ese sentido, no creo que nadie sea apátrida.

    Un saludo.

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  4. Pues siento que mi entrada haya coincidido con un día gris, amiga Liz. No era esa mi intención, claro está. Aunque... quizá esos lugares recónditos del alma que mencionas no sean tan oscuros, ¿verdad? Lo que ocurre es que no son precisamente divertidos, pero nos señalan cosas importantes, que solemos tener guardadas y que dicen mucho sobre quiénes somos.
    La melancolía "es un estado triste y prolongado", sí. Y dice mucho sobre la naturaleza del ser que la siente, o padece.
    No sabía que en inglés se asocia este estado de ánimo con el color azul, y sin duda es todo un acierto, por motivos que no sabría ahora explicar.

    Un abrazo desde el árbol azul de la buena amistad.

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  5. Se calientan las ventanas y los balcones, sube el sol sobre el horizonte. Una brisa fresca entra desde tus letras...aún no es melancólica...¿o quizás sí?

    Besos

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  6. No, Virgi, no es melancólica esta brisa. Aunque... algo tiene uno de melancólico, por naturaleza.

    Un abrazo.

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  7. No soy ni melancolica, ni triste aunque alguna vez sin poder evitarlo me he sentido triste por circustancias de la vida...en esos momentos procuro buscar algo porque sentir menos tristeza aunque me cueste mucho hacerlo. Creo que la vida es algo muy efimero y hay que intentar pasarla lo mejor posible, sentirse triste y melancolico es una forma de malgastar la vida y hacernos daño a nosotros mismos.
    Un saludín

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  8. La tristeza es algo circunstancial, amiga Malú; la melancolía es otra cosa...
    Y sí, la vida es efímera, y como dices hay que pasarla lo mejor posible. ¡Por supuesto! No hacerlo así sería perder un tiempo precioso, quizá el único que tenemos.

    Un abrazo, y gracias por la foto del Musel.

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