Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 24 de noviembre de 2010

Oasis y desierto



Un hermoso oasis verdeante y florido miró a su alrededor y no vio en torno a sí otra cosa que desierto; en vano trató de divisar algo igual a sí mismo. Entonces prorrumpió en este lamento:

"¡Ay de mí, infeliz oasis aislado! ¡He de permanecer solo! ¡En ninguna parte hay nada igual a mí, más aún, en ninguna parte hay siquiera unos ojos que me vean y se alegren con mis prados, mis fuentes, mis palmeras y arbustos! Lo único que me rodea es el triste, arenoso, rocoso desierto sin vida. ¡De qué me sirven en este abandono todas mis prendas, bellezas y riquezas!"

Habló entonces su viejo y gris padre, el desierto:

"Hijo mío, si las cosas fueran diferentes, si yo no fuese el triste y seco desierto, sino que estuviese florido, verde y lleno de vida, tú no serías un oasis, un lugar privilegiado, al que ya de lejos ensalzan en sus relatos los caminantes, sino que serías nada más que una pequeña parte de mí y, como tal, algo minúsculo que nadie notaría. Por ello soporta con paciencia lo que es la condición de tus excelencias y tu fama."


Arthur Schopenhauer

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...


Este texto de Schopenhauer me hace pensar... Un oasis sólo existe como tal si está rodeado de desierto. Un oasis, por el hecho de serlo, con su agua y sus palmeras, ha de vivir siempre solo, visitado ocasionalmente por los caminantes que tengan la suerte de encontrarlo. ¿Es esto así, es cierto?
Pues parece que sí. Y esa imagen es facilmente extrapolable a la vida humana. Hay muchos solitarios en este mundo desértico, muchos, y algunos brillan como pequeños oasis, y se quejan de sus soledades, de que sus colores, sus voces y su música no los ve ni escucha nadie. Pero es que... son oasis. Y los oasis están para encontrarlos en medio del desierto.
Si todo el mundo fuera un oasis, quizá sería demasiado fácil y aburrido. Y si todo el mundo fuera un desierto, estaríamos en un mundo muerto.
Al oasis se le llama así, por contraste con el desierto, y viceversa. El cielo nocturno es oscuro, negro, profundo, abismal, pero en él brillan las estrellas. Si todo fuera oscuridad, o si todo fueran estrellas... no existiría la vida.
Como siempre, la cuestión anda entre equilibrios, balanzas y armonías. El secreto está en saber cruzar el puente sin caer al río, el secreto está en que si caes al río debes saber nadar. El oasis está en eso, y así, mientras el padre desierto nos mira asombrado, nosotros sonreímos.

Antonio HM.

____________________

-imagen: "Desde el silencio" (sand on the table)
por Isidro Castro

22 comentarios:

  1. Claro... y aquí me tienes nadando, nadando, nadando... intentando mantener el equilibrio. ;)

    Estoy de acuerdo con tu reflexión y añado de mi cosecha que aceptarse y reconocerse es acumular puntos para ser felices.

    Gracias, sabio Lobo Martín, por regalarnos estas cosas.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Está claro que para distinguirnos de los demás, debemos ser únicos, pues si no, nos confundiríamos unos con otros. El problema es que no sabemos vernos desde fuera y comprobar qué es lo que nos hace excepcionales, aunque sin embargo sí que sabemos apreciar lo extraordinario en los otros...

    Curiosa la mente humana y la percepción de nosotros mismos y los demás...

    ResponderEliminar
  3. Si toda persona fuese oasis, tienes razon que nada destacaría; pero a la vez a los oasis se les debe cuidar porque... ¿Qué pasa si con el tiempo un oasis se convierte en desierto?

    Me gustan mucho tus reflexiones.
    Que tengas un buen dia :)

    ResponderEliminar
  4. Ay Dios mío...este día que estoy teniendo no lo sabe nadie.

    Entre el día, que estoy sensiblera de por sí y este texto, que me ha emocionado...


    Y, aunque suene muy egoísta por mi parte, que estoy segura de ello, me he sentido identificada. No me preguntes exactamente el por qué, porque lo has descrito en el texto.

    Un besazo, Antonio.

    ResponderEliminar
  5. Hola, Luisa.
    ¡Qué bien viene saber nadar! No es sólo porque podamos caernos al río, sino porque el río muchas veces viene a buscarnos.
    Aceptarse y reconocerse, aun en medio del desierto, como un oasis, o como una pequeña palmera, es importante, sí. Cada uno tiene su imagen en el espejo, mirar esa imagen y sonreír tiene mucho poder, mucha fuerza de vida.

    Besos, amiga poeta.

    ResponderEliminar
  6. La búsqueda del equilibrio Antonio, sí eso es. Porque los desiertos tienen su flores escondidas y los oasis sus piedras y arena. Mantener los ojos abiertos y descubrir en la travesía las peculiaridades del camino. Aunque fluir a veces sea lo más difícil.

    besos

    ResponderEliminar
  7. Laura, para ver si somos distintos o no, tenemos, aparte de nuestra propia percepción, el espejo de los demás. En sus ojos, sus gestos y sus palabras podemos ver que tan diferentes somos, si es que lo somos.
    Pero, seamos oasis o desierto, lo importante es saber vivir.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Así es, Lorena, a los oasis hay que cuidarlos, porque son excepciones, y éstas necesitan de barreras para evitar el avance del desierto, que todo lo cubre y todo lo iguala con su arena.
    Creo que un oasis sólo necesita una cosa: ser encontrado. De todo lo demás ya se encargarán quienes lo encuentren y lo disfruten.

    Un saludo, Lorena.

    ResponderEliminar
  9. Pues no sé si alegrarme o no de que te haya emocionado, Kimberly.
    Sensible, sí, siempre, pero "sensiblero" no es conveniente.
    Sea lo que haya sido ese día tuyo, espero que todo vaya a mejor.

    Un beso, oasis "sin alas".

    ResponderEliminar
  10. Todo un placer verte por aquí, amiga Gárgola.
    Tus palabras me recuerdan aquello de Saint-Exupéry, de que el desierto siempre esconde un pozo en algún sitio.
    Y lo de "mantener los ojos abiertos" es una de mis premisas, porque es imprescindible para ver lo que hay, e incluso lo que no hay...
    La vida es fluir, amiga, y aunque sea difícil, por los escollos del camino, es absolutamente necesario, en la forma que sea. Lo contrario es esa quietud gélida, o ese mar de arena del desierto.
    Aunque, fijándonos bien, el desierto, a pesar de su apariencia, está bien vivo.

    Besos, poeta.

    ResponderEliminar
  11. buscar el equilibrio, saber nadar...
    y luego hacer una constelación de oasis, que te parece,Antonio?

    besosonrientes*

    ResponderEliminar
  12. Es curioso, todos tenemos una trayectoria que nos hace únicos; y sin embargo estamos más atentos al reconocimiento externo que al desarrollo y disfrute de nuestras peculiaridades. Estoy con Luisa Arellano; reconocerse, y ser consecuente, es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos.

    ResponderEliminar
  13. Pues felicidades, por encontrar un texto de Schopenhauer, padre de todos los pesimistas, entre los que me cuento... hasta optimista, sin duda.

    Aunque quizás el Maestro se refería a esos fenómenos, de "espejismo" bastante habituales en el desierto.

    Como sea, aún los más pesismistas, tenemos en nuestro haber el privilegio de poder encontrar alguna vez un Oasis y disfrutar de él, antes de que se convierta en "ilusión óptica del alma" hasta del ojo... Lo que no resta belleza alguna a la experiencia, por efímera que sea.

    Aunque sólo nos reste el disfrute de un presente, que casi siempre será más placentero en el recuerdo.

    Bella entrada, como de costumbre.

    ResponderEliminar
  14. Antonio:

    Pues yo te digo que para mi, leer tus Entradas es entrar en primorosos oasis, una y otra vez.
    ¡Gracias!
    Recibe un abrazo enorme desde México

    ResponderEliminar
  15. Y todos tenemos algo de oasis y de desierto. Mas, pocas veces estamos conformes con lo que somos y tenemos.
    Hermosa reflexión para el amanecer de un domingo.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  16. Una constelación de oasis...
    Tú, Silvia, siempre encuentras la palabra que expresa, define y alienta.
    Gracias, amiga.
    La idea me parece muy bien, y creo que algo de eso estamos intentando hacer aquí, con nuestros blogs poéticos y reflexivos. Entre haikus, tankas y pensamientos se teje un poco esa constelación, ¿no crees?

    Desde el posible equilibrio, besos y sonrisas, maga de las palabras.

    ResponderEliminar
  17. Hola, Rodrigo.
    Eso no me ocurre a mí, lo del reconocimiento externo no me importa gran cosa. Me agrada, si existe, pero no es lo importante. A mi edad sería absurdo buscar o esperar aplausos. Lo que de verdad me interesa es reconocerme, aceptarme y vivirme, es decir, seguir siendo un caminante. Lo digo sin orgullo, sin desdén y sin nada: nunca me ha importado mucho lo del reconocimiento, y hoy ya casi nada.
    Desde hace muchos años me siento como si viviera en un oasis, en medio de un desierto. Un oasis muy relativo, pero oasis. Lo bello es que he llegado a encontrar otros oasis amigos, y eso alivia mucho el peso de la soledad.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  18. Cristalook:

    No creo que el maestro Schopenhauer se refiriese a los espejismos, sino a esa gente especial que hay por ahí, medio oculta entre el ruido y la arena.
    Parece que el "padre de todos los pesimistas" supo encontrar motivos para expresar cierto optimismo.

    Un saludo, amiga.

    ResponderEliminar
  19. Muchas gracias, amiga Liz.
    No merezco tus palabras, no creo que mis entradas sean oasis, sino sólo rincones de reflexión, rincones en los que a veces se deja ver algún brillo.

    Un fuerte abrazo, pintora de sueños.

    ResponderEliminar
  20. Hola, Virgi.

    Según Schopenhauer, el oasis es hijo del desierto, así que, efectivamente, todos tenemos algo de oasis y algo de desierto. Para mí "oasis" son aquellos que saben ver con la mirada del sueño y logran vivir lo que ven. Y todo el resto, los que ven con la mirada del mundo, representan al desierto.
    Pero teniendo en cuenta que dentro de ese desierto está siempre oculta la semilla del oasis.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  21. Como tú, muy bien has apuntado, Antonio, no existiría el oasis si no existiese el desierto, como la vida sin la muerte y todo el baile de contrarios.

    Quizá sean esos contrastes la sal de este mundo, o el azúcar, para los que se decantan más por este sabor.

    La clave, bajo mi punto de vista, es saber ver la belleza en cada una de las realidades que nos rodean, porque belleza afortunadamente hay, y mucha.

    ResponderEliminar
  22. Hola, Cristal.

    Yo es que apunto muy bien, jeje. Ya en el colegio me dedicaba a apuntar, más que a estudiar, y eran esos apuntes los que luego repasaba en casa y me daban una idea clara de lo que había comprendido, o de aquello que más me había llamado la atención y quería comprender.

    Tienes razón en lo que dices, Cristal, pero noto una gran diferencia entre un ejemplo y otro, porque que hay desiertos y oasis, sí, que resaltan por contraste con los primeros, pero la muerte no es ningún contraste para la vida. Es decir, sí, pero no: la muerte es algo que iguala, lo mismo que hace el desierto, pero alguien vivo no es necesariamente algo diferente con respecto a la muerte, a no ser que esté realmente vivo, por fuera y por dentro, o sea, a no ser que sea un auténtico oasis. Pequeño, mediano o grande, pero oasis.
    Los seres humanos que no tienen esta característica viven en una especie de niebla gris que se diferencia muy poco de la muerte. Se mueven, ríen, hablan, etc..., pero no son oasis.

    La clave está en saber ver la belleza, como dices, pero sinceramente creo que no todas las realidades esconden una belleza. Tú estás en el mundo, como yo, y sabes que no es así.
    Pero, lo que sí es cierto es que hay mucha belleza a nuestro alrededor. Sólo hay que saber mirar en la dirección correcta y, sobre todo, saber ver, saber encontrar ese oasis oculto entre las dunas.

    Un abrazo, Cristal.

    ResponderEliminar