Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 17 de junio de 2009

Sobre los viejos (I)



SOBRE LOS VIEJOS (I)

Declaraciones de un joven un tanto impetuoso



(Lo que sigue es un texto antiguo, que escribí en el lejano siglo XX, hace la friolera de doce años. Recuerdo el por qué lo escribí de esta manera y comprendo que suene ahora como "un tanto impetuoso". Hoy no escribiría sobre este tema de la misma forma, pero sigo entendiendo bien lo que quise decir. Hoy matizaría algunos detalles, pero creo que el fondo sería más o menos el mismo. Hay personas que no sabemos crecer, o simplemente no nos interesa...)


"Más sabe el diablo por viejo que por diablo".
Vaya estupidez. Como si los viejos, por el mero hecho de serlo, gozaran de una categoría especial que los inmunizara contra la ignorancia. Un viejo puede ser tan idiota como cualquiera. Puede que incluso más, porque su respuesta actual, la de ahora mismo, habita demasiado en el recuerdo, trabaja mucho con archivos y fotografías, y eso le confunde y le equivoca. O sea, que es muy poco actual. La vida se le escapa más deprisa aún, le deja más atrás, aunque él crea que la está mirando pasar desde el balcón de su memoria.
La vejez no sabe nada. Sólo es un globo lleno de arena. Cuatro películas antiguas y un par de anécdotas que han perdido su gracia. La lucha, el trabajo, un viaje, un beso y alguna cosa rara que nunca entendió pero de la que siempre se acuerda. Eso, o poco más, es todo lo que sabe el viejo.
Sería válida una vejez que fuera dinámica, flexible, aérea. Pero a eso creo que lo llaman juventud.

En este mundo se valora mucho el peso de la experiencia, la arruga sabia del viejo. Saber dónde está la puerta porque ya se ha pasado por ahí, sonreír tranquilo y confiado porque se guarda una llave en algún sitio. Pero a eso se reduce su valor, al exacto conocimiento de puertas y ventanas, de escaleras y armarios. Todo lo que sabe el viejo es moverse por la vieja casa, entrar y salir por la misma puerta de siempre. Sabe dónde hay que ir para conseguir esto o lo otro, qué hay que hacer en cada caso concreto. Pero de lo abstracto, de lo mágico, de lo nuevo, sabe menos que nadie. De esa cosa lúdica y misteriosa, de ese fulgor y ese aliento que está detrás de todo lo que se mueve, de todo lo que vive, de eso el viejo no sabe. Quizá sabía algo antes, cuando era joven, pero lo ha olvidado.

Se le puede preguntar al viejo sobre muchas cosas, sobre esto o aquello: en qué año ocurrió aquel famoso accidente, por dónde queda la cafetería más próxima o la estación del metro, qué es lo mejor para aliviar el catarro, o cuándo se celebran las fiestas de su barrio o de su pueblo. Datos vulgares que el viejo guarda en su memoria por simple inercia, pero que expone, a veces, como si se tratara de la ruta del tesoro.
También podemos preguntarle -y esto es su tema preferido- sobre la historia reciente, sobre los detalles de algún suceso que él vivió de cerca y los motivos ocultos que lo provocaron, que sin duda conoce mejor que nadie. Para eso el viejo es testigo y guardián de su tiempo. Un experto contable que se atreve, de cabeza, con largas sumas y complicadas divisiones con muchos decimales. Pero no se le puede inquirir sobre aquello que más nos importa, sobre esto que ahora nos sucede. Porque entonces el viejo abrirá su armario de recetas y nos soltará su discurso, su historia, su consejo de viejo, que no sirve para nada. Es su cuento personal, lo más valioso de su armario, y podemos escucharlo con interés y respeto, incluso con afecto, pero es agua pasada y no nos vale.
Aunque todas las aguas se parezcan, no es lo mismo si el que lo cuenta no es un navegante sino, simplemente, el dueño de un pozo. No es el mismo el brillo del agua.

Pudiera ser, sin embargo, que nos encontrásemos ante un ser vivo, ante alguien que sigue en movimiento -que también sabe de puertas y armarios, pero sin importarle demasiado. Con ése sí podríamos hablar de lo que nos importa, y puede que hasta tuviera algo que enseñarnos, quizá mucho. Pero a ese pájaro raro no lo veríamos como un viejo.
Tener unos cuantos años más, pocos o muchos, no tiene nada que ver con la vejez. Los años son como sueños que corren por una pendiente, arriba o abajo. Como animales salvajes. Aves migratorias que vuelan hacia el norte o hacia el sur, según el viento que el hombre guarda en su pecho. Y el otro que sopla afuera, que puede que sea el mismo. Pero la vejez, como categoría humana, figura de piedra y memoria, es sólo un desierto sin aire. Y el viejo un absurdo contador de arena, que colecciona polvo y sombras.
En ese mar vacío los años no van a ninguna parte. El viejo es aquel que dejó de vivir hace tiempo, el que ancló su barca en la orilla y dejó que el río se marchara...

El peso de su experiencia es considerable, su saco está casi lleno, pero dentro sólo hay mariposas tristes y quietas, clavadas en cajas de cristal. Dentro está su tesoro antiguo, el oro y la plata, su arqueología de sombras, su orgullosa colección de arena. Pero falta la luz y el aire.
Sabe muchas cosas el viejo, pero de lo que nos importa no sabe nada.

(...)


Antonio Castellón
(27 de julio, 1997)

16 comentarios:

  1. Pues estoy de acuerdo en que, al hablar de sabiduría, poco importa la cantidad de los años frente a cómo han sido vividos.

    Por supuesto habrá viejos muy sabios... Pero no precisamente por ser viejos, sino por haber aprendido todo lo que su experiencia vital pudo abarcar. Y para ello hubieron de vivir intensamente, haciendo que cada día contase.

    Si ha sido así, una persona será un viejo sabio ;) Si no, será un simple mortal más, que vivió preocupándose del futuro o del pasado y nada aprendió... Como tantos, como casi todas las personas que llegan al fin de su vida habiendo muerto muy temprano. O habiendo vendido el alma, que es peor...

    No obstante, la cercanía con la muerte sí nos da una cierta lucidez, de la que carecemos cuando no somos conscientes de que esta siempre está 'rozándonos el hombro', parafraseando a los indios yaqui...

    Es una lucidez que sí aporta cierta conciencia, como si, justo al final de la vida, el alma empezara a despertar.

    tal vez sea eso lo que debemos aprender de los viejos...

    un abrazo, querido Antonio ;)

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  2. "Venero tu imagen divina"
    dice la canción, aunque habla de otras cosas.
    Decir vejez, juventud, son abstracciones, apenas me dice nada, oigo vejez y pienso en mis abuelos, en cariño, en canciones, en cuentos, y si me dices juventud... pienso en mi trabajo, o en mi hijo y sus amigos y sus compañeros, en mis sobrinos..., en sus muchos problemas...
    es curioso esto último que acabo de escribir, porque no pienso en problemas cuando pienso en "viejos" y sin duda que los tienen y muchos,
    ser viejo es tener ya el camino recorrido, la vida cumplida, aunque con esto me refiero a..., será biológico? uno no debe morirse si sus hijos tienen 10 años, por ejemplo, o si han no sabes qué es el amor, por ejemplo, Ay, qué filósofo eres.
    Un abrazo.

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  3. ¡Ésa es la frase clave, amiga Isis!
    La que has escrito, de que "habrá viejos muy sabios, pero no precisamente por ser viejos".
    En la siguiente entrega de este escrito viejo intento aclarar un poco más las cosas, pero básicamente todo está dicho.

    "La cercanía con la muerte sí nos da una cierta lucidez, de la que carecemos cuando no somos conscientes de que está rozándonos el hombro".

    Jeje, me encanta que escribas esto, Isis. Pero no es exactamente así como lo dijo Castaneda... Los indios yaqui no tienen ni idea de estas cosas. Los que saben de ello son los brujos, los "hombres de conocimiento", y la muerte nunca nos "roza el hombro". La muerte sólo tiene un toque, y cuando éste se produce es el definitivo.
    Contaban estos brujos que veían a la muerte como una especie de "sombra" que estaba a más o menos un metro de su hombro izquierdo, pero no había ningún "roce". Y si lo había era el fin.

    Lo importante de esto es que esa cercanía con la muerte nos da lucidez, como dices, pero eso no es privativo de ser viejo. Cualquiera, a cualquier edad, puede sentir lo mismo si se para un poco. Saber que se va a morir, es despertar a la vida que tienes delante en ese momento. Por eso apuntaba Castaneda (o Don Juan Matus) que "la muerte es la mejor consejera".
    Pero "el viejo" al que me refiero no ve nada de esto, es un ser enclaustrado, que se cree sabio porque sus armarios, de recuerdos y experiencias, están llenos.

    En todo caso, amiga Isis, hay viejos y "viejos".

    Un abrazo.

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  4. "Ser viejo es tener ya el camino recorrido, la vida cumplida..."

    Ay, Alfaro, tú misma lo has dicho claro. No es que yo sea filósofo, qué va, lo que pasa es que aún estoy despierto.
    Todavía, a pesar de los años, no soy viejo.
    Como le acabo de decir a Isis, espero que en la siguiente entrada quede un poco más clara la cosa.
    Ya pronto la voy a poner.

    Un abrazo, amiga poeta.

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  5. Hay que saberlos vivir a los años!!sino te quedas como dices con imágines, fotos de la vida pasada y vacia!!

    Hoy a un joven de 19 años que quiere trabajar le piden experiencia y a un señor mayor de 40 ya es viejo para trabajar!! aunque no lo creas es así!por lo menos en Argentina!!

    Antoño me dices cuando vengas que comemos asado y tomamos mate!!!

    Te dejo un gran beso!!!

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  6. Sí, Fabiana.
    Hay que saber vivir los años y dejar que los años nos vivan, por siempre.
    Te haces "viejo" cuando empiezas a vivir de retazos del pasado, cuando miras hacia atrás y tienes la falsa sensación de que ya lo sabes todo.
    ¡Pero qué vamos a saber!
    La vida es continuo movimiento, un remolino que nunca se detiene, porque está vivo.
    Si aparcamos la barca en la orilla y nos dedicamos a recordar, es que ya somos viejos.

    Lo que comentas del mundo laboral, también funciona aquí así, no sólo en Argentina.
    A las empresas les interesa la mano de obra joven, porque trabaja más y da menos problemas, pero, claro, necesitan gente "experimentada". ¿Y cómo carajo van a tener experiencia si no le dan la oportunidad de tenerla? Y el que ya pasa de los 40y tiene su experiencia, pues ya "sabe" lo bastante y exige cierta calidad y cierto salario...
    Por lo cual deja de ser interesante para las empresas.
    Un problema de difícil solución.

    Me encantaría viajar allá y comer asado y tomar un tranquilo mate después.
    ¿Quién sabe? Quizá algún día.

    Un beso, amiga.

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  7. Pero que eras duro, Antonio! Me recordás a mí, en el lejano siglo XX! Leerte fue como leerme, o escucharme, o verme a mí misma en 1997.Y ahora, con más años y menos vieja, sé, o presiento, qué sé yo, que lo importante, con los años, es no ser un saco de arena casi lleno, o un álbum de fotografías,sino haber caminado tanto, con tantos golpes y vueltas a levantar, que podamos decir que somos casa y camino(al menos así lo dice Lila,en alguna parte). Y seguir aprendiendo para seguir creciendo.Para estar lúcidos.Para que no nos trague la amargura.Para que no nos gane la infelicidad que esta sociedad desparrama sobre nuestras vidas enteras.Y ser sabio...?Ay, ya no sé...Creo que de eso saben más los orientales...uff,cuánto hablé!

    (y ya puse la "i" que faltaba en el título de mi entrada, debe ser mi edad...y la tuya por darte cuenta; pero no solté la tecla)

    Mil besos,Antonio!

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  8. ¡Silvia!
    ¿Me ves "duro" en este escrito? Pues espera a leer la segunda parte, que es algo más fuertecilla, jeje.
    La verdad es que lo escribí con pasión, porque era un tema que en ese momento me tocaba muy de cerca.

    Me encanta eso que dices de "con más años y menos vieja".
    Eso es pura sabiduría de vida.
    La amargura es un veneno que debemos mantener siempre alejado.
    A mí siempre, desde niño, me llamaban "Don Quintín el amargao", pero lo decían porque no participaba en sus fiestas. No sabían entonces "los mayores", los "viejos", que yo tenía ya mis propias fiestas interiores, y acceso a "otros mundos" de sensibilidad y belleza que no podían ni imaginar.

    Pero bueno, eso ya pasó. Ellos siguen en su sitio y yo en el mío. Cada uno respira el aire que le gusta.

    Pensaba que lo de la "i" era por algo, pero si sólo fue un error al teclear, me alegro de habértelo indicado.

    Un abrazo y... 1001 besos.

    PD.- No estaría nada mal leer algún "rescate" tuyo, de ese lejano siglo...

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  9. La vejez y la juventud no existen, son sólo un imagen...Solamente existe la sabiduría o la estulticia...y a una de las dos la perseguimos durante toda una vida.
    Un saludo, amigo.

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  10. Estoy de acuerdo con todo lo que pones en el escrito, y creo que la sabiduría reside en el alma, en su ímpetu de aprender, explorar, descubrir, más allá del paso de los años en el cuerpecito, manteniendo latente la capacidad de sorprendernos...recuerdo que cuando era más niña decían que parecía más mayor, por mi forma de ser,y con el paso de los años, a mis 32 añitos, me dicen que parezco más chikita, por mi forma de ser,me siento cerca de los niños, los jóvenes, los más adultos y de las personas de más edad,me siento cerca porque todos ellos me aportan, aprendo de todos ellos, y no les siento tan diferentes entre ellos, reconozco que hay personas que apenas me aportan y con todo mi respeto me aparto y ya está, es muy personal, lo que a mi no me interesa, apuesto que hay quien sí, y se quedará maravillado...todas las personas son interesantes, aunque no para todas las personas lo sean...Estamos preparados para la segunda parte Antonio! Siempre es un placer leerte, y haciendo referencia a un comentario tuyo: no hay que tener melancolía por la juventud, ésta nunca se pierde...
    siempre puedes superar toda expectativa del recuerdo de lo que una vez sentistes, y esta vez de una forma más completa, más plena, más verdadera,es posible, sólo hay que dejar de evitar, que ocurra...
    mil besos Antonio, por cierto me llamo Merche ;)

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  11. Pues es un tema peliagudo, Antonio.

    Creo que no se puede generalizar, ni en un sentido ni en otro. He conocido viejos necios, testarudos, regañones, estrechos y malhumorados a montón. Pero también he conocido viejos y viejas sabias. Éstos que no necesitan hablar mucho y con una mirada te dicen todo, o con un silencio de comprensión. Hay viejos que viven conformes con sus achaques y no se quejan, que están dispuestos a escucharlo a uno con cariño, no para "aprobar" o "desaprobar" lo que tenemos que decirles, sino por el gusto de compartir un rato. Esos, para mi, son viejos sabios.

    También he visto jóvenes llenos de entusiasmo y deseos de cambio, con bríos suficientes para cambiar al mundo, cargados de fé y buena voluntad, de creatividad e ideas brillantes, al igual que he visto algunos jóvenes banales, insensibles, superficiales y desconsiderados, egoístas e irresponsables.

    No todo radica en la edad. Aunque sé a qué te refieres: al cliché de que a fuerzas se nos imponga el considerar a los viejos sabios. Y en eso, por supuesto que tampoco estoy de acuerdo.

    Yo, lo que desaría para mi, si es que llego a vieja, sería seguir teniendo amor y aprecio por la vida y los que me rodean, interés por seguir aprendiendo y la ligereza suficiente para tomarme las cosas con su dosis de humor...
    ¿Será posible?

    Te dejo un beso

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  12. Hola, June.
    Quizá se pueda decir que la vejez es sólo la ausencia de juventud, al igual que se dice que el frío es la ausencia de calor, pero a efectos prácticos sí que existen la vejez y el frío.
    Otra cuestión es que tenga que ver con los años. Más bien creo que tanto vejez como juventud son un sentimiento, una actitud ante la vida.
    A la sabiduría la perseguimos unos pocos. En cambio, la estulticia nos persigue y nos encuentra a todos y casi todos los días. Es una serpiente muy rápida y muy lista, que es difícil de evitar.

    Un saludo, amiga.

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  13. Hola, Le8al, ejem, Merche.

    Así que estás preparada para la segunda parte... jeje. Pues ahora mismo la voy a poner. Me he batido con el calor y le he ganado la batalla.
    Es curioso lo que comentas de que de niña parecías más mayor, y ahora de adulta pareces más niña. Me gusta. Eso tiene que ver con la sensibilidad personal, con la búsqueda de conocimiento.
    Algunos jóvenes se sienten atraidos por los más mayores porque creen ver ahí la sabiduría de la vida, y según crecen se dan cuenta de que esa "sabiduría" está más cerca del niño que del viejo.

    Un abrazo, amiga Merche.

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  14. Sí, por supuesto que sí, querida amiga Liz, claro que será posible. Con tu actitud en la vida lo tienes fácil, asegurado.
    Y claro que hay viejos jóvenes y jóvenes viejos, así como viejos viejos y jóvenes jóvenes. Cada ser es un mundo aparte.
    Pero creo que has cogido bien mi idea. No se trata en absoluto de los años, sino de la actitud. A quien quería acusar mi escrito es al "viejo-momia" con apariencia de sabio experto.

    Un beso, joven amiga.

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  15. Hola, Antonio, pienso que la estulticia no puede perseguir a nadie, toma cuerpo cuando, aunque sea inconscientemente, pensando que es sabiduría, le damos forma y cuerpo. En cuanto a la vejez, tal y como entendemos el concepto en la actualidad, tampoco existe, sólo el declinar de la vida. Evidentemente, el deterioro físico es una realidad pero se empieza a dar a partir de muy temprana edad. Si la sentimos así, es por el miedo que produce ka inexistencia de horizonte, es decir, el final.
    Aún no he llegado a ese estadio, pero siempre, desde muy joven, he pensado que se ha sobrevalorado la juventud en la sociedades llamadas occidentales, y, a base de hacerlo, por oposición, se ha infravalorado lo que llamamos vejez. En fin, daría para mucho este tema, pero empizo a ser pesadita...Un abrazo, amigo. Me encanta leer tus textos.

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  16. Es una forma de hablar, June.
    Digo que la estulticia nos persigue porque es un "bicho" contagioso. En otro escrito de este cuaderno la llamo "el vacío de la normalidad".
    A ver si consigo aclarar una cosa: cuando hablo de "juventud" no me estoy refiriendo a los jóvenes, y cuando hablo de "vejez" no me refiero a los viejos.
    No estoy hablando de edades físicas, sino de actitudes.
    He conocido "viejos" de tan sólo quince años, y "jóvenes" de más de ochenta...
    Lucidez y estupidez no tienen una relación directa con la fecha de nacimiento que pone en el carnet de identidad.

    Nada de "pesadita", amiga June. Me gustan mucho estos diálogos.
    Un abrazo.

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