Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 7 de abril de 2009

El mirlo



    El viejo soñó que paseaba por un largo camino, como en una tarde antigua. Era un camino recto que se perdía en un horizonte lejano e indefinido, en medio de una ancha llanura. Caminaba despacio, solo, pensativo, como siempre, dejándose llevar por la cadencia de un tiempo casi detenido, pausado, lento, un tiempo de sueños...
    Poco a poco, el cielo se fue llenando de nubes oscuras, casi negras. El suave sol del atardecer pareció convertirse en luna, y la tarde se volvió noche. Pensó que una tormenta en aquel momento le pillaría totalmente desprotegido. No había ningún refugio a la vista, ni siquiera un árbol solitario en aquella inmensa llanura. Pero a pesar de eso, no apretó el paso, siguió caminando despacio, sin temor a la lluvia. Son cosas que pasan en los sueños, y el viejo sabía que estaba soñando. Tenía cierta curiosidad por saber qué se siente bajo un aguacero en medio de un sueño.

    Al principio no se dió cuenta, porque sobre todo miraba hacia el cielo, pero luego vió que una figura se acercaba por el camino, en sentido opuesto al suyo. Había otro caminante en aquel sendero. Andaba también despacio, sin prisa alguna y como concentrado en sus pensamientos, porque mantenía su mirada fija en el suelo, en sus propios pasos.
    Según se acortaba la distancia, el viejo pudo ver que se trataba de alguien de apariencia joven, alto, delgado y con pelo largo, que vestía como una ancha gabardina. Esto le extrañó, porque pensó que se trataría de un lugareño que volvía de sus labores en el campo, pero su juventud y su melena no encajaban en esa imagen.
    A unos pocos pasos, los dos se pararon, frente a frente, y se saludaron.

    "Buenas tardes, caminante", dijo el joven.
    "Hola, buenas tardes. Qué raro se me hace encontrar a alguien en este camino", replicó el viejo.
    "¿Por qué raro?", preguntó el joven, a quien se le apreciaba cierto brillo en los ojos, a pesar de estar de espaldas a la luz.
    "Pues porque sé que esto es un sueño, y en mis sueños no suelo encontrarme con nadie, y menos en un camino solitario en medio de una llanura".
    "Pues será ésta la primera vez, pero aquí estoy. A mí también me gusta caminar por sitios tranquilos y despejados. En la ciudad hay mucha gente, mucho ruido. La gente es buena, y constantemente me invitan a sus casas y me ofrecen su pan y su vino, pero aquí, en estos caminos, escucho mejor la voz que debo escuchar..."
    "¿Y qué voz es ésa?, si puedo preguntar."
    "Claro que puedes, viejo caminante. Además, estoy acostumbrado a las preguntas. Desde que recuerdo, no he hecho otra cosa que responder a las preguntas que me hacían unos y otros. La voz a la que me refiero es la voz de mi padre."
    "¿La voz de tu padre?"
    El viejo se acercó al joven y le miró directamente a los ojos.
    "¿Tienes un rato para conversar?", preguntó el viejo.
    "Sí, tengo tiempo."
    "Sentémonos aquí en la hierba un momento. Aún no llueve, y cuando lo haga tampoco podremos hacer gran cosa, porque no hay ningún sitio donde refugiarse".
    "Bien, sentémonos pues y hablemos. ¿De qué quieres hablar?"
    Y se sentaron en el borde del camino, frente a frente, mientras las nubes se movían con el viento y la luz jugaba al escondite con las sombras, de manera que a veces era de día y a veces de noche.

    "En primer lugar, ¿quién eres, joven caminante? ¿Cuál es tu nombre? ¿Y qué haces aquí, en un camino solitario de mi sueño? ¿Has venido a decirme algo?"
    "Mi nombre no importa. Soy un simple mensajero, y ya te he dicho que estoy aquí porque me gusta caminar en soledad de vez en cuando. La ciudad está bien, hay buena gente, pero aquí escucho mejor la voz de mi padre. No he venido aquí a decirte nada, porque no podía saber que te iba a encontrar. Quizá seas tú quien deba decirme algo..."
    "¿Yo?"
    "Sí, ¿no dices que éste es tu sueño?"

    El viejo miró al suelo, miró hacia dentro, hacia el horizonte, a las nubes oscuras, al sol o la luna, o lo que fuera aquella luz que venía y se iba... Y luego volvió a mirar a los brillantes ojos del joven caminante.
    "Sé quién eres", dijo al fin.
    "¿Me conoces?"
    "Sí, te conozco, desde hace mucho tiempo."
    "Me alegra oír eso. Para eso he venido, para que me conozcan todos, y a través de mí sepan de la voz de mi padre, que trae la buena nueva para todos los hombres."
    "Amigo, permite que te llame así, no vuelvas a la ciudad, no vuelvas. Vete esta misma noche lejos, muy lejos. Hay otros muchos sitios donde puedes sembrar tu palabra. Aquí ya has cumplido."
    "¿Qué me quieres decir?"
    "Mira, joven caminante, mensajero de la buena nueva, yo te conozco bien. No soy un sabio ni tengo ningún templo, pero éste es mi sueño. Así que escúchame. La gente que dices es buena, sí, pero entre ella, mezclada con ella, está también la mala gente y la mala gente es la que siempre termina triunfando en este mundo."
    "Te comprendo bien, viejo, pero ésa es precisamente mi buena nueva: la que dice que el mundo va a cambiar."
    "No, querido amigo, el mundo no va a cambiar en absoluto. El mundo va a seguir siendo el mismo. Y tu "
buena nueva va a quedar como un bonito cuadro colgado de la pared, una música sublime y amable enmarcada, encerrada, que muchos adorarán pero que muy pocos seguirán."
    "¿Adorarán? Mi buena nueva no es motivo de adoración. Yo he venido a romper los antiguos ídolos y ha señalar el camino. He venido a juntar al hermano con el que no es hermano, al vecino con el vecino, al enemigo con el enemigo... He venido a unir lo que está desunido. Mi misión es que todos se reconozcan como hijos del padre..."
    "Amigo, créeme, tu misión será un absoluto fracaso", dijo el viejo, con un tono que quería parecer rotundo.

    En esto, el joven caminante se retiró un poco y miró inquisitivamente al viejo. Unas tímidas gotas de lluvia comenzaron a caer. La tormenta estaba ya a punto de descargar.
    "¿Quién eres tú, extraño caminante?"
    "Mi nombre tampoco importa. Considérame un viajero del tiempo."
    "¿Un viajero del tiempo? ¿Qué es eso? ¿No serás el mismo que me quiso tentar en el desierto?"
    "No, amigo mío, no soy ése. Mírame como un brujo, un mago que viaja en el tiempo, y que ha visto lo que vendrá. Por eso te aviso que debes irte de la ciudad esta misma noche..."
    "Te creo. He visto cosas extraordinarias, y yo mismo las he hecho, sin saber muy bien lo que hacía, sólo dejándome guiar por la voz... ¿Viajero en el tiempo, dices? ¿De manera, que has visto el futuro?"
    "Sí, lo he visto y lo he vivido. De allí vengo, aunque para mí eres tú quien viene del pasado."
    "¿Y por qué debo irme de la ciudad? He tenido un buen recibimiento, y cada vez son más los que me siguen..."
    "Hazme caso, por favor, y márchate."
    "¿Por qué, extraño caminante? ¿Qué puede pasar?"

    La tormenta se abrió con un bramido, las nubes oscuras rompieron en una lluvia torrencial y los dos caminantes, joven y viejo, se pusieron de pie y buscaron un refugio. Ya no era día ni era noche. Todo era lluvia, truenos y relámpagos...
    Cruzaron la valla que había a un lado del camino, con la esperanza de encontrar al final algo que los protegiera, alguna granja, un cobertizo, algo... Y lo encontraron. Un pequeño refugio de piedra, de los que usan los pastores. Allí se metieron, bajo el techo de ramas y paja.

    "¡Gran tormenta!", exclamó el viejo.
    "Sí, parece como si mi padre no quisiera que me dijeras lo que vas a decirme..."
    El viejo se calló, y pensó en si era correcto decir lo que iba a decir. ¿No había oído muchas veces que el tiempo no debía manipularse? ¿que modificar cualquier nimio detalle podía cambiar la historia? Y en este caso el detalle era tan importante...
    Pero... ¡qué demonios! ¿No era esto un sueño? ¿su sueño? Aprovecharía la oportunidad que se le brindaba.
    "¿Y bien?", preguntó de nuevo el joven caminante. "¿Vas a decirme por qué debo marcharme de la ciudad?"
    "Sí, amigo, te lo voy a decir... Si te quedas, morirás. Te apresarán y te matarán.

    Una sombra fugaz cruzó la mirada del joven, como si eso que acababa de escuchar le tocara por dentro, en alguna herida oculta de sus entrañas.
    "¿No dices nada?", inquirió el viejo.
    El joven miró a los ojos al extraño viejo, y en su mirada, antes brillante, se derramó esa pena escondida. Lloró suavemente mientras decía:
    "No puedo creer que mi padre permita eso..."
    "¿Tu padre?", gritó el viejo con rabia. "Tu padre..."
    "¿Qué sabes tú de mi padre?"
    "No, nada, no sé nada. ¡Y tú, amigo, tampoco! Perdona que te lo diga, pero éste es mi sueño y digo lo que quiero."
    Ya más tranquilo, con la mirada serena, el joven dijo:
    "Mira, viejo y extraño caminante, no sé cuál es el sentido de este encuentro y por qué tú, que dices ser un viajero del tiempo, un mago o un brujo, me cuentas estas cosas. No sé quién eres en verdad, pero no necesito saberlo. Agradezco tu mensaje, y te digo que ya lo conocía. Hace tiempo que esa sombra está conmigo."
    "¿Entonces?"
    "No creo en ella. El maligno pone muchas trampas en el camino, para confundirnos e impedir que alcancemos nuestro destino, pero son sólo espejismos."
    "¿Espejismos? Te digo que yo he visto el futuro, que si te quedas en la ciudad serás traicionado y muerto, y que más tarde tu muerte será presentada al mundo como un símbolo de redención."
    "¿De redención de qué?"
    "Dirán que moriste para redimir los pecados del mundo. Que con tu sacrificio el hombre quedaba libre del pecado original..."
    "¿Pero qué tontería es esa? ¿Quién..., quién se inventó eso?"
    "Bueno, los padres de la iglesia, los que luego contaron tu leyenda, a su manera."
    "¿Pero, qué iglesia? Yo no tengo iglesia, mi único credo es la doctrina del amor, que es la que me enseñó mi padre."
    "Tu padre..."
    "Te repito: ¿qué sabes tú de mi padre?"
    "Nada, nada..."
    "Bien, entonces todo está en su sitio. Sé muy bien cuál es mi misión y mi destino es cumplirla. No creo que mi padre piense que deba ser sacrificado para redimir a nadie. Yo ya redimo a las gentes mostrándoles el camino del amor. Veo cómo sus penas se trocan en alegrías a mi paso. Y si acaso sucediera lo que dices..."
    "¿Qué?", preguntó el viejo con cierta ansiedad.
    "Si sucediera..., sería porque es su voluntad."

    Había dejado de llover. Ambos caminantes salieron del refugio y se dispusieron a despedirse y a seguir su camino.
    Pero aún se dijeron unas palabras. El viejo en primer lugar:
    "Querido amigo, quiero que sepas que entiendo tu misión y tu fidelidad y tu firme creencia, pero, en serio, opino que lo mejor que podrías hacer es marcharte de la ciudad esta misma noche."
    El joven puso su mano derecha sobre el hombro del viejo y dijo:
    "Afirmas venir del futuro y que esto donde estamos es un sueño tuyo. Una amplia llanura, un camino, una tormenta y un pequeño refugio. Tu sueño, dices, y yo en él. Y pienso... ¿no será todo lo demás también parte de tu sueño? Yo no he vivido la historia que me cuentas, y, la verdad, no me gustaría vivirla, pero si así ha de ser, así será.
    "Te agradezco tu aviso, pero también te digo que de nada sirve, porque la tormenta aparecerá siempre en el momento más inesperado, y siempre nos sorprenderá en una llanura, sin árbol, sin refugio, sin cobijo."

    "¿Entonces?", volvió a preguntar el viejo. "¿Te irás de la ciudad? Puedes seguir predicando en otros lugares y ampliar así tu mensaje en el mundo."
    "Mi mensaje no es mío, sino de mi padre. Y él dirá dónde debe acabar. Tranquilo, viejo caminante, no temo a la muerte. Sé bien que mi reino no es de este mundo."
    "Ya, pero hay formas y formas de morir, y la tuya..."
    "Una pregunta, viajero del tiempo, ¿cómo será el símbolo que identifique a mi iglesia?"
Después de varios segundos de silencio, el viejo respondió en voz baja, casi en un susurro:
    "Una cruz."
    "¿Una cruz? ¿una cruz romana? En verdad que los caminos de mi padre son inescrutables."
    "¿Te parece bien?"
    "Amigo, yo no sé qué es lo que está bien y lo que no, sólo él lo sabe. Yo me limito a transmitir su mensaje, su mensaje de luz y esperanza."
    "Pero, ¿y si te digo que ese mensaje y esa cruz no van a servir para nada? Sólo será un símbolo vacío. Las gentes lo adorarán en los templos y lo llevarán colgando de sus cuellos, pero sólo como una especie de talismán, para que les protega de los males, pero sin que tenga nada que ver con mejorar sus sentimientos, sus actitudes hacia los demás... Tu imagen seguirá ahí clavada durantes siglos, para nada. ¿Es eso lo que quieres?"
    "No, no es eso lo que quiero, ni creo que sea lo que él quiere. Pero si así ha de ser, así será, y ni tú, ni yo ni nadie lo va a poder impedir. ¿Acaso no sabes, viejo caminante que viaja en el tiempo, que la vida es un misterio?"
    "Sí, lo sé."
    "Pues deja que el misterio siga su rumbo. Porque de todas formas lo va a hacer..."

    Ya de vuelta en el camino y después de un abrazo, cada uno siguió el sentido de su marcha. El joven hacia el este y el viejo hacia el oeste. No llevaban más de diez pasos, cuando el joven se detuvo y volviéndose le dijo en voz alta al otro:
    "¡Viejo caminante! Cuando vuelvas a tu tiempo, mira a ver los símbolos, porque quizá haga caso de tu aviso y me vaya esta noche de la ciudad. Adiós, amigo"

    Aquella noche, el viejo se levantó muy temprano, antes incluso de rayar el alba. Y se fue deprisa hacia la iglesia más cercana. Se llevó una muy grata sorpresa, porque encima del tejado no vio ninguna cruz, sino un símbolo muy distinto: un círculo que encerraba la silueta de un corazón.
    No se podía creer lo que veían sus ojos. ¿Habría su sueño servido para algo? ¿Habría sido mucho más que un sueño? ¿O es que aún seguía soñando?
    Sobre la torre de la iglesia, un gran pájaro oscuro con el pico amarillo, un mirlo, entonaba su canto incomprensible y armónico, aprovechando que las calles aún estaban vacías...


Antonio H Martín
(6 de abril, 2009)



22 comentarios:

  1. ¿Un mirlo?
    ¿Un corazón encerrado en un círculo?
    Cuestión de símbolos, Antonio.
    Ambos me gustan mucho: el mirlo, ave portadora de posibles mensajes con su vuelo libre y su canto. El otro, representando al amor que viene del corazón y a la eternidad al estar rodeado por una circunferencia.

    Cada símbolo tiene sus riquezas, sus bellezas, su sentido. Y yo gusto de todos los que me quieran transmitir cosas buenas y sanas.

    Pero en esencia, a mi me gusta mucho también la Cruz. Porque no sólo indica el martirio y la muerte de Cristo. También guarda en su cuadratura un modelo de estabilidad. Sus brazos representan a las 4 direcciones (el número cuatro es hermoso porque
    es el número del hombre como criatura), pero más importante aún es el punto central, que es el cruce de ambos ejes. Ese centro, a su vez, representa al eje vertical, que va del zenith al nadir.
    Es un símbolo precioso y completísimo, la cruz. Y quizás también podamos darle la interpretación del "cruce" de caminos, del encuentro, del diálogo entre dos personas o dos niveles.
    ¿Por qué no?

    El diálogo entre los dos personajes de tu relato es hermoso y profundo.
    Y el hecho de que fuera un sueño, aumenta su encanto y su misterio.
    Todo es posible en los sueños, hasta imaginar cambios en el pasado y en el futuro...

    Gracias, es siempre grato leerte, Antonio.

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  2. Hola, Liz.
    Sí, un mirlo. A mí no me visitan cuervos, como a Poe, sino mirlos, y me encantan sus trinos, esa llamada que hacen de madrugada, dicen que buscando compañera. O quizás llamando a sus amigos...
    Sobre el corazón enmarcado por un círculo, no sé qué decirte. Lo ví así. Puede que sea como dices: el amor y la eternidad. No soy entendido en símbolos.
    La cruz está bien, y más teniendo en cuenta los significados que le encuentras, de estabilidad, de los cuatro puntos cardinales, del "número del hombre" y de "cruce de caminos".
    Pero no me gusta nada una cruz con un hombre clavado en ella. Y en ese sentido la mencionaba en mi cuento.
    No sé si te diste cuenta de quiénes eran esos personajes que dialogan en este relato... Creo que está claro, al menos en una parte.
    Sí, todo es posible en los sueños. Al menos ahí sí. Y te confieso que lo que más busco en esta vida son esos huecos o puentes que a veces nos permiten enlazar la realidad con el mundo de los sueños.

    Un abrazo, Liz.

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  3. Me encantó tu cuento Antonio, me gusta mucho como escribes.
    No soy de simbolos tampoco, así que para mí entre la cruz y el corazón enmarcado en un circulo, me quedo con el corazón.
    Besos

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  4. Cuanto se aprende contigo
    cuanto se conoce
    No dejes de escribir estos relatos para leerlos,
    La cruz, un camino dd se debe parar
    y pensar que camino se tiene que tomar.
    Entre cruz y corazon me quedo con el corazon.
    Besos de corazon

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  5. Don Antonio:

    me descubro ante tan hermoso y profundo relato. Y coincido contigo en los nuevo símbolos y en la idea (creo deducir) de que, probablemente, mejor le hubiese ido al mundo sin tal martir, tan bien utilizado y rentabilizado por quienes, más allá de la palabra del Padre, se han servido (y se sirven) de ella en su propio favor y beneficio.

    Un cordial abrazo,

    Antonio

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  6. y hablando de mirlos, delante de mi casa, hacia un lado quedaban entre muros, un prado con un árbol, cuando iba atrabajar muchas mañanas lo oía, y lo decía a mis compañeros, que no podían crer que quedara un mirlo en la ciudad..., pues sí, un domingo por la mañana en ese árbol se ahorcó alguien que vino de otra ciudad... y luego desapareció todo, ahora hay un camino de asfalto y un edificio.
    Desapareció el mirlo, cuervos aún no han llegado..., debe de ser buena señal.
    A mí me gusta más el corazón que la cruz..., claro que si es ese corazón lleno de espinas tampoco me gusta.No me gustan las religiones ni sus símbolos, solo como parte cultural, ornamental e histórica.
    Un abrazo.

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  7. Siempre un mirlo quise tener
    mas no puedo alcanzar a comprender
    por que.
    Muy bonito relato
    Un abrazo estimado Antonio

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  8. Antonio, casi que contamos la misma historia, sirvase en esa misma esperanza a contarla desde el punto de vista del mirlo blanco. Los días claros tiene por costumbre brillar mucho el sol, de la penumbra y la oscuridad nace el rey de las mentiras.

    Un abrazo.

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  9. Antonio querido...

    Este relato tuyo me ha fascinado por la exquisita sensibilidad con que retrata a los caminantes...

    Son tantas las cosas en las que me has hecho reflexionar, pero hay una frase que me impactó profundamente. Esta frase es el rayo de luz que refulge en todo el relato, como una sencilla y profunda verdad: "Sé bien que mi reino no es de este mundo".

    Cuando la leí me quedé en blanco... impactada por la verdad que encierra. Mi corazón se estremeció en el centro del pecho, y necesité unos instantes para recuperarme del impacto. Fue como ese "toque de gracia", como cuando llega una revelación al alma, conmoviéndola por completo, trayendo una certeza que nunca podrá ser justificada con palabras...

    Yo no comparto para nada los dogmas de la iglesia católica. Pero siento una profunda devoción por el ejemplo del Cristo... Sin la Pasión no había un Cristo. La absoluta aceptación del destino que nos da la gloria eterna, la libertad. Esta gran paradoja que nos es tan difícil entender..

    Los discursos que se han elaborado solo han servido para tergiversar el mensaje de Jesús, de acuerdo a las oscuras conveniencias de una institución nefasta.

    Pero no quiero ahondar en ello porque me quedo con la sensación de claridad y paz que me regalaron tus líneas...

    "Mi reino no es de este mundo"... Nosotros no podemos siquiera imaginar lo que es tener esa fe inconmovible, esa unidad con Dios, esa claridad en el alma.. Ese amor por el que estamos dispuestos a morir. A perder la vida que no es la vida.. que es solo la materialidad, pues la vida.. La vida es un misterio, como bien lo dices...

    Estamos en tiempos de oscuridad y los presagios del viejo caminante parecen haberse cumplido a cabalidad... Pero la entrega del joven caminante no ha sido en vano... Si entendemos el maravilloso legado de su ejemplo: en este mundo, estamos de paso... Aquí sufrimos el calvario, sí... Pero la luz existe. Y puede ser vislumbrada. Y no importa que, ciegos, neguemos el testimonio de su vida...

    Su reino no es de este mundo...

    Es maravilloso el canto del mirlo al final de tus líneas... Sin embargo, algo me dice que tal vez la cruz nos recuerda que hay algo que une al cielo con la tierra... Que es posible un estado, quizás, en el que el alma, radiante de luz, puede escuchar el canto del mirlo y recordar... Recordar de donde ha venido.. Tal vez nos recuerda que estamos aquí porque aún tenemos algo que aprender. Y tal vez eso sea a aceptar nuestro destino y entender lo que es realmente la libertad...

    Pero quién sabe.. la vida es un misterio... Un misterio insondable.

    "Aprovechando que las calles aún están vacías", saldré a encontrarme con el canto del mirlo... Tal vez así entienda lo que el mirlo ha entendido: su destino es cantar... aunque sepa que se avecina la tormenta...

    un beso, Antonio... y un gran abrazo, de corazón a corazón... Un abrazo de HERMANOS...

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  10. Símbolos...sueños...Ay Antonio, no me hagas ésto vos ahora...soltá la tecla Antonio! Por favor, soltala!


    Excelente historia!
    Un gran beso!

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  11. Que habilidad para llevarnos de la mano a los mundos de tu fantasía e inspiración y convertir en discipula a una caminante descalza que goza "Un monton" con un relatista espiritual (no religioso) y sensible como me lo pareces Antonio.

    Mi enhorabuena por decir tanto y tan bien.

    Quizá el mundo no cambie mientras las creencias dividan al hombre y lo confronten contra el mismo.

    No soy visionaria ni nada por el estilo sin embargo quiero pensar que transcurridos cientos de años se hable de nosotros "Homo Sapiens" y ellos digan: " La evolución (en todos sus sentidos, incluido el de conciencia) no la detiene nadie".

    Un abrazo pensativo.

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  12. Hola, Malú.
    De acuerdo entonces, nos quedamos con el corazón.

    Un beso, con flores de primavera asturiana.

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  13. Gracias, Mar.
    Me alegro de que mis humildes escritos sirvan para algo. No sé si se puede aprender algo de ellos, pero sí te digo que los escribo con el corazón.
    Por cierto, que tú también eliges el corazón... Si esto sigue así, la cruz se va a quedar sólo como encrucijada de caminos.

    Un beso.

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  14. Gracias, Antonio, me alegran tus palabras.
    La verdad es que no puedo saber si al mundo le hubiese ido mejor sin aquel martirio. Yo creo que no, y esos que siguen rentabilizándolo hoy en día hubieran encontrado otro si éste no hubiese existido, o se lo hubieran inventado. El caso es sacar partido de la sensibilidad ajena, bajo el nombre o la figura que sea.

    Un abrazo, sin cruces.

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  15. Hola, Alfaro.
    Me ha sorprendido tu historia del prado, el mirlo y el árbol del ahorcado...
    No sé en qué ciudad vives, pero aquí en Madrid sigue habiendo muchos mirlos, bueno, no muchos pero sí bastantes. Los oigo todas las madrugadas.
    No, no es ese corazón herido con espinas o puñales, sino uno sano y alegre.

    Seguro que tras los símbolos de las religiones hay cosas muy interesantes, pero los "religiosos" se han encargado con los años de mancharlos, por eso provocan rechazo en mentes abiertas como la tuya.

    Un abrazo, poeta de desvelos.

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  16. Marina, deja que los mirlos vuelen libres por encima de los tejados, porque si no su canto no sería el mismo.
    Además, yo creo que ya tienes tu propio mirlo, está dentro de ti, es tu sentimiento que canta.

    Un abrazo, Marina.

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  17. Hola, Terry.
    ¿Debo entender que has escrito una historia sobre un mirlo blanco?
    Lo último que te leí fue "La Laguna Negra"...
    ¿O te refieres a las historias en general?
    En cuanto a lo que afirmas del "rey de las mentiras", estoy de acuerdo, amigo, aunque para mí esa penumbra y esa oscuridad están en la mente, no en la noche.

    Un abrazo, Don Terry.

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  18. Isis, últimamente tus comentarios son un torrente de palabras, y me alegro mucho. Eso significa que lo que lees aquí te llega y abre la fuente de la comunicación.

    Lo único, que esa frase que tanto te ha gustado, básicamente no es mía. Imagino que sabes que es del propio Jesús, o así nos lo han contado.
    Me gustaría estar de acuerdo contigo y creer que, a pesar de todo, "la entrega del joven caminante no ha sido en vano", pero yo opino como el viejo, y hubiera preferido que ese joven luminoso se hubiera marchado y hubiese seguido extendiendo su mensaje y su vida.
    ¿Hacía falta morir, y morir de esa manera, para que el hombre supiese que estamos de paso, que esta vida es un calvario y que la luz existe?
    Sinceramente, no lo creo.

    La cruz como símbolo de que hay 'algo' que une al cielo con la tierra, me parece bien pero, insisto, sin nadie clavado en ella.
    Lo que me gusta mucho es eso que dices de que "nuestro destino es cantar", a pesar de la tormenta. En eso sí que estoy absolutamente de acuerdo.

    Cantemos pues, 'hermana' Isis (una vez más "sin velo").

    Un abrazo con corazón.

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  19. Tecla soltada, Silvia.

    Si tenés vacaciones estos días, aprovechalos y diviértete o relajate, lo que más te guste.
    Ya habrá tiempo para volver a pulsar la tecla.

    Un beso de rayuela, que no sé cómo es pero me gusta cómo suena.

    Chao, amiga.

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  20. Hola, Azul.

    Gracias por venir y leer. Ya me he pasado por tu sitio y he visto tus huellas sobre la arena.

    Si te fijas, Azul, no son las creencias lo que divide al hombre, porque en el fondo casi todas vienen a decir lo mismo. Por ejemplo, los seguidores de la Biblia y los del Corán creen en el mismo dios, pero se sienten enemigos entre ellos. Las diferencias son sólo de forma, pero resultan inaceptables para ambos bandos.
    Y es que lo que los divide es otra cosa: la fijación, la falta de fluidez, la ausencia de libertad de pensamiento. Cada uno defiende lo suyo como único, aun sabiendo que no lo es, porque sus mentes están 'fijas' y temen el cambio, les asusta cualquier cosa que "amenace" su construcción, porque tienen miedo de perder la falsa seguridad que les proporciona una creencia determinada, fija, estática.
    Como digo, el problema, el origen de la división es la falta de libertad interior, no las religiones en sí.

    Muy hermoso tu pensamiento de que dentro de unos siglos se pueda afirmar que el viaje de la conciencia es imparable.

    Un abrazo... azul.

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  21. Hermoso relato de un sueño...¡Que puedo decir, Tomo las cosas como me las relataron, y en la cruz yo veo AMOR y entrega... un corazón al fin, con o sin círculo, su doctrina de AMOR llegó hasta mi y su perfección era imposible que una iglesia levantada por humanos pudiera alcanzarla, somos imperfectos con y sin cargos eclesiasticos...somos humanos y vivimos para pulir esa humanidad, para dudar y creer por encima de la duda y a pesar de ésta...pero tengo ojos para ver que dentro de la imperfección de la iglesia, hace muchas, muchisimas cosas buenas...Jesús seguramente se enfadaría con algunas actuaciones, pero él que es AMOR también sabría perdonar y alentar a los errados e imperfectos humanos, con o sin sotana...¿Podríamos nombrar una religión perfecta? Yo creo firmemente que no, todas adolecen de esa perfección...todas son humanas.

    Un veso volado con Amor...

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  22. Hola, Brujita.

    En realidad mi relato no representa ninguna crítica hacia la iglesia católica. No iban por ahí los tiros o, mejor, los clavos. Mi cuento-sueño es más personal. Recuerdo que de niño, cuando descubrí la figura de Jesús, tuve un sueño en el que me encontraba a mí mismo en aquel escenario, y mi mayor anhelo en ese sueño era salvarle...
    Que es lo mismo que aquí intenta el viejo caminante.

    Un beso de amor volado.

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